Bismarck tenía
razón; el roce de la tela con la piedra producía un rumor silbante,
como el de una voz
apagada que
impusiera silencio. El manteo apareció por escotillón; era el de
don Fermín de Pas, Magistral
de aquella santa
iglesia catedral y provisor del Obispo. El delantero sintió
escalofríos. Pensó:
«¿Vendrá a
pegarnos?».
No había motivo,
pero eso no importaba. Él vivía acostumbrado a recibir bofetadas y
puntapiés sin saber
por qué. A todo
poderoso, y para él don Fermín era un personaje de los más
empingorotados, se le
figuraba Bismarck
usando y abusando de la autoridad de repartir cachetes. No discutía
la legitimidad de
esta prerrogativa,
no hacía más que huir de los grandes de la tierra, entre los que
figuraban los
sacristanes y los
polizontes. Se avenía a esta ley, cuyos efectos procuraba evitar. Si
él hubiera sido señor,
alcalde, canónigo,
fontanero, guarda del Jardín Botánico, empleado en casillas,
sereno, algo grande, en
suma, hubiera hecho
lo mismo ¡dar cada puntapié! No era más que Bismarck, un
delantero, y sabía su
oficio, huir de los
mainates de Vetusta.
En presencia del
Magistral, Celedonio había cruzado los brazos e inclinado la cabeza,
después de apearse
de la ventana. Aquel
don Fermín que allá abajo en la calle de la Rúa parecía un
escarabajo ¡qué grande se
mostraba ahora a los
ojos humillados del monaguillo y a los aterrados ojos de su
compañero! Celedonio
apenas le llegaba a
la cintura al canónigo. Veía enfrente de sí la sotana tersa de
pliegues escultóricos,
rectos, simétricos,
una sotana de medio tiempo, de rico castor delgado, y sobre ella
flotaba el manteo de
seda, abundante, de
muchos pliegues y vuelos.
El texto que se
propone para comentar es un fragmento de la novela “La Regenta”
de Leopoldo Alas “Clarín”, considerado uno de los escritores
naturalistas de la literatura española.
El fragmento
representa una escena cotidiana, la llegada de un cargo eclesiástico
a la catedral siendo observada por otra persona. Del contenido se
deduce que hay un abuso de poder por parte de esta autoridad:
“¿Vendrá a pegarnos?”
La estructura
externa consta de tres párrafos organizado internamente de la
siguiente manera: en el primero se ve la llegada del Magistral y el
miedo de Celedonio. En el segundo, se exponen las causas por las que
Celedonio se deja maltratar y en el último los sentimientos que le
causa ver al Magistral a su lado.
Podemos destacar
las siguientes técnicas narrativas:
Narrador
omnisciente: tenemos un narrador en tercera persona, ya que se
aprecian ejemplos de que conoce el pensamiento de los personajes: “El
delantero sintió escalofríos”; “para él don Fermín era un
personaje de los más empingorotados”. No se aprecian intromisiones
autoriales.
Contexualización
contemporánea: aunque no hay datos suficientes para afirmar que la
acción es coetánea al autor, tampoco los hay para decir lo
contrario. La escena está sacada del realismo más cotidiano. El
espacio es la ciudad de Vetusta, trasunto literario de Oviedo.
Las técnicas más
llamativas son las encaminadas a la caracterización de los dos
personajes que intervienen en la escena: Celedonio y el Magistral. Y
ello se hace a través de los estilos de diálogo. A través del
estilo indirecto libre se nos dice que el Magistral es un personaje
“de los más empingorotados”; y acostumbrado a la violencia
física contra sus subalternos: “hubiera hecho lo mismo: ¡dar cada
puntapié”. Idea reforzada con el estilo directo: “Pensó:
“¿Vendrá a pegarnos?””. Esta etopeya se complementa con
varias prosopografías formando un retrato totalmente subjetivo, ya
que está visto a través del personaje de Celedonio, quien lo
considera elegante: “veía enfrente de sí la sotana tersa (...) de
muchos pliegues y vuelos”, y digno de desprecio: “parecía un
escarabajo”. Celedonio se retrata a sí mismo como conformista:
“Él vivía acostumbrado a recibir bofetadas y puntapiés sin saber
por qué”.
Como se puede
observar, esta escena descriptiva constituye un buen ejemplo de las
técnicas propias del Naturalismo.
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